El humo generado por la contaminación, escombros, combustión de leña o tabaco, contiene una gran cantidad de partículas nocivas que irritan los ojos y afectan nuestro sistema respiratorio. Cuando nos entra humo en los ojos, inmediatamente nos escuecen y hace que se sequen, algo que es muy importante que evitemos, ya sea esquivando una exposición continuada frente al humo, o usando colirios que aumentan la hidratación del ojo.
El humo puede producir malestares oculares, irritaciones o conjuntivitis que, con el tiempo, pueden derivar en cataratas. El simple hecho de fumar también está asociado a la degeneración macular, que es la principal causa de ceguera irreversible entre las personas mayores de 50 años.
El humo de la leña de las estufas, o de las chimeneas, o incluso el de los escombros es más grave que fumar, y puede llegar a producir enfermedades como desprendimiento de retina. Este humo contiene partículas finas que aceleran el endurecimiento de las arterias, dióxido de nitrógeno (que puede irritar los ojos, la nariz y la garganta), monóxido de carbono (que puede provocarnos mareos, dolor de cabeza e incluso la muerte en casos de exposición continuada), dióxido de carbono y otros compuestos tóxicos que afectan directamente nuestra salud.